La Paloma

Tras la celebración de las fiestas de San Cayetano y San Lorenzo y como año tras año se viene haciendo, los socios de la Agrupación de madrileños y amigos LOS CASTIZOS  nos disponemos a participar en las fiestas más castizas de Madrid, la Virgen de la Paloma.

No hay fiestas ni verbenas más madrileñas que las de la Paloma, en el mes de agosto, y no ha barrio más devoto y bullanguero a la vez que éste. Embutido en esa especie de triángulo que forman la calle Toledo, La Gran vía de San Francisco y la Carrera de San Francisco, el barrio de la Paloma es un entresijo de calles angostas y estrechas, de pequeñas tiendas, establecimientos tradicionales: ultramarinos, cererías, tabernas, droguerías, chamarilerías, cafés y algún bar moderno que llegadas las fiestas se transforman en pequeños santuarios castizos perfumados de fritanga de churros y gallinejas, de limoná y buen tinto, todo aderezado con música de organillo, en vico o enlatado, pero respirando notas del chotis, pasodoble, y mazurcas. Las calles de barrio engalana balcones y fachadas con cadenetas, farolillos de colores, serpentinas, espumillón de papel y retratos de la Virgen de la Paloma. En este barrio se palpa el sabor del viejo Madrid de los arrabales, de la fiesta más bullanguera y la devoción más profunda.

 

IGLESIA

La Iglesia de la Paloma es el nombre popular que recibe la parroquia de San Pedro el Real, un templo católico situado en la calle de la Paloma y parte de las celebraciones religiosas de la verbena de la Paloma.

La imagen empezó a ser venerada por los vecinos del barrio, extendiéndose su culto a toda la ciudad e, incluso, a la realeza.

La tradición sostiene que la reina María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV, era devota de la misma.

Cuando la reina María Luisa de Parma, acudió al portal de la calle de La Paloma llevando a su hijo Fernando VII (entonces de 4 años y que luego sería rey), para pedir a la Virgen de la Soledad que lo curase, la fama del cuadro milagroso se extendió por todo el reino a partir de entonces se inició la costumbre entre las madres de presentar a sus hijos ante la imagen de la Virgen de la Soledad de la calle de La Paloma, costumbre que aún perdura y que se celebra especialmente el 2 de febrero, festividad de La Presentación de Jesús, o «día de las candelas», con una popular y bulliciosa asistencia de padres y abuelos que llevan a sus hijos a cumplir esa devoción. En los alrededores de la iglesia vivieron, lloraron y se divirtieron con “su corazoncito de gente del pueblo”, el pillín boticario don Hilarión, el honrado cajista de imprenta Julián, la seña Rita –sentenciosa- y la seña Antonia –jacarandosa y alcahuetilla-, la morenaza Susana y la rubiales Casta, inolvidables personajes de la zarzuela de Ricardo de la Vega y Tomás Bretón, La Verbena de la Paloma y aparte su dilección por las recién paridas y los niños aún húmedos por las aguas buatismales, se pirra en este rinconcito de matritense, por oir…no motetes y salves con acompañamientos de órgano, sino los dúos, concertantes y pasacalles compuestos para la zarzuela inmortal.

 

EL CUADRO
La historia del lienzo desde febrero de 1787 es bien conocida, según el informe del marqués de Casa García Postigo, alcalde de Madrid, en 1791:
A principios de 1787 Isabel Tintero, que vivía en la calle de La Paloma, vio a unos niños que jugaban con una de tales copias, que habían encontrado en el corral de un convento que existía en esa calle. Isabel, esposa de un cochero, se lo compró a los chavales por unos céntimos y tras adecentar el cuadro y ponerle un marco lo colocó en el portal de su casa, adornándolo con unas flores.
Las investigaciones del historiador Don Armando Rubén Puente, acreditan que estamos ante un lienzo de Nuestra Señora de la Soledad, más tarde llamado «Virgen de la Paloma», por ser en la Calle de la Paloma, de Madrid, donde Isabel Tintero inicia el culto en el portal de su casa.
«De Virgen de la Soledad, a Virgen de la Paloma».

Cuando Isabel de Valois, esposa de Felipe II, llegó a España en 1560 se trajo de Francia un cuadro en el que se veía la Virgen arrodillada tras una cruz vacía, por el que sentía gran estima y que colocó en su oratorio, cuando lo tuvo ante ella Isabel de Valois preguntó a la condesa de Ureña, su dama de compañía: “¿Qué nombre le pondremos?” y la condesa, que acababa de quedarse viuda, le contestó:

“Soledad” ¿Y cómo la vestiremos?, preguntó la joven reina.

“Con mis ropas de viuda”, contestó la dama de compañía.

Por eso la Virgen de la Soledad – la que veneramos en la parroquia de la Paloma y en otros centenares de lugares de España, tiene el traje blanco y la capa negra propia de las damas viudas de la nobleza española del siglo XVI.

La Virgen de la Soledad es sin duda la advocación madrileña más extendida en el mundo entero.

 

PROCESIÓN
La Virgen es entronizada en su carroza y a las ocho de la tarde comienza su recorrido por las calles del barrio, acogida con cariño por un público fervoroso que la reza y aplaude, y empujada por un nutrido grupo de costaleros, devotos incondicionales de la Virgen de la Paloma que realizan su dura labor con una inmensa alegría, baja primero por la calle de Isabel Tintero y sigue luego por la Gran Vía de San Francisco hasta la Puerta de Toledo, donde el Cuerpo de Bomberos suele realizar una de sus espectaculares exhibiciones en honor de la Virgen. A continuación, sube por la calle de Toledo hasta la plaza de la Cebada, pasa por la Puerta de Moros y sigue por la carrera de San Francisco hasta San Francisco el Grande. Aquí la procesión gira y sube por la calle de Calatrava, para terminar bajando por la calle de la Paloma y regresar a su santuario.

Dice así Ángel J. Olivares Prieto en su libro Paisajes Históricos de Madrid.

«… Desde estas líneas te voy a piropear, y hacer llegar hacia ti la mezcolanza de un arrullo exteriorizado por el cántico de este madrileño,  ¡Virgen de la Paloma! Quisiera que en estos días de tu patronazgo, cuando te saquen en tu paseo procesional vislumbres con tu mirada a este Madrid, de verbenas y romerías, del castizo con bimba, roten, pañuelo al cuello y pantalón abotinado. A este Madrid de chavalas arraigadas con semblante arrabalero, con mantoncillo corto de flecos y falda de percal, graciosas, bonitas. A este Madrid de barrios bajos con su piano de manubrio, lanzando ecos a sus balcones galdosianos repletos de macetas de hierbabuena y albahaca. En fin, que tiendas tu tupido manto sobre este cogollo de los “madriles”, que a su fin de cuentas fue quien te erigió patrona, ”postiza” de los hijos de Madrid, para que éstos puedan seguir cantando “dónde vas con mantón de Manila…”.