Queridos amigos:
En primer lugar me gustaría expresar mi agradecimiento a las personas que depositaron su confianza en mí para representar y dirigir esta agrupación de castizos, que fue la primera que se fundó en Madrid con la única finalidad de promover y conservar unas tradiciones que se estaban diluyendo en una ciudad cada vez más grande y cosmopolita. Pese a que estoy orgulloso de la labor que esta Agrupación se ha propuesto realizar, tanto por parte de sus socios como de su junta directiva, soy consciente de la dificultad que esto entraña, puesto que al contrario que en otros lugares de España parece que en Madrid no existe demasiado interés por mantener sus raíces. Si algo diferencia una gran ciudad de otra es precisamente la conservación de los vestigios de su pasado, guardar la memoria viva de lo que fue y que ha conformado lo que es en la actualidad. 
Hubo un Madrid trabajador, honesto, fatalista, orgulloso de su casta y respetuoso con su santos patrones del que ha surgido el Madrid que ahora conocemos. Quizá estemos nadando contra corriente, quizá ahora no esté de moda y sea «casposo», antiguo y muy poco «fashion» bailar el chotis, honrar a nuestros santos en procesiones y romerías o admirar la zarzuela, pero a nosotros no nos importa porque estamos convencidos que la labor que realizamos es importante y gracias a ella los madrileños del futuro disfrutarán de un recuerdo vivo del Madrid del que provienen. A nuestro entusiasmo en la pervivencia de las tradiciones se une el de un gran número de madrileños que, aunque no se vistan con los trajes castizos, llevan en el corazón un chulapo de postín o una chula madrileña de pura cepa. 
Por último, me gustaría invitar a quienes han leído esta carta y se sientan madrileños por nacimiento o por vocación (pues Madrid nos acoge a todos sea cual sea nuestro origen), a que nos visiten, a que nos conozcan, a que se animen a colaborar con nosotros. Con ello conseguirán no sólo ayudar a Madrid y dar salida al madrileño vocacional que tienen dentro, sino que además les puedo garantizar que luchar contra corriente en una «misión imposible» (puesto que somos una gota en un océano de 5 millones de habitantes) acaba resultando divertido. Un afectuoso saludo, José Luis Campos |